Los procesos de movilidad social entre el sinhogarismo y la exclusión residencial tienen lugar, principalmente, a partir de la “nueva normalidad”. Las transiciones producidas entre antes de la pandemia y el confinamiento en ningún caso superaban el 9%. Parece que, entre la situación prepandemia y la llegada del confinamiento, no tienen lugar grandes procesos de movilidad en el contexto de las situaciones de exclusión social extrema. Sin embargo, en la actualidad, estos procesos de movilidad entre las dos grandes categorías se sitúan en torno al 24%. El volumen de dichas transiciones indica que un 24.3% pasan de la exclusión residencial al sinhogarismo y un 23.9% pasan del sinhogarismo a la exclusión residencial.


La movilidad social dentro del sinhogarismo
reúne un conjunto amplio de circunstancias. Valgan algunos ejemplos en relación con la misma, que explican la imposibilidad de despegarse del “suelo de barro”. La mayor parte de los procesos de movilidad iniciadoscon el confinamiento generaron transiciones de personas que pasaron de vivir en habitaciones/ pisos de alquiler a recursos específicos
personas en situación de sinhogarismo (17.8%). En la actualidad, el 55.2% de las personas participantes en la investigación señalan que duermen en sitios diferentes de donde lo hacían antes de la pandemia y durante el confinamiento. La inestabilidad en el acceso a un recurso de vivienda permanente apunta, de nuevo, al carácter intermitente y dinámico del sinhogarismo y la exclusión residencial.

Sin políticas de vivienda pública permanente no es posible parar los incrementos de las personas en situación de sinhogarismo y los procesos de exclusión residencial. Los recursos residenciales que se vinculan a las redes de atención de Servicios Sociales Públicos o concertados no pueden cubrir la necesidad de una vivienda privativa de carácter permanente.