El apoyo familiar, de los entornos cercanos, de la comunidad de ciudadanos/as donde resides, etc., es clave para garantizar el bienestar, la protección y el desarrollo del ser humano. Cuantos más apoyos, más oportunidades. Cuantas más redes, más protección. Por ello, cuanto más sólidas sean las relaciones mayor prevención ante los riesgos sociales. La pandemia ha problematizado, aún más, las relaciones sociales y redes de apoyo de las personas afectadas por el sinhogarismo y la exclusión residencial.
Aunque la realidad de aislamiento y escasez de apoyos era previa a la pandemia (la mayoría de las personas afirman que contaban con redes sociales débiles), desde la llegada de la COVID esta realidad se ha intensificado.
Las relaciones eran más frecuentes antes de la pandemia de lo que lo son en la actualidad. Así, la pandemia ha añadido dificultades para crear nuevas redes y, sobre todo, para mantener las escasas relaciones que las personas participantes tenían. Esto se traduce en que más de la mitad de las personas en situación de sinhogarismo y exclusión residencial indican la existencia de un apoyo social bajo (55.7%). De hecho, tan solo el 7.2% de las personas encuestadas reportan niveles altos de apoyo social.

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Todo esto me ha hecho ver que…
que en realidad no puedo confiar en nadie o sea… estás sola y ya está.
(Elena. HV-1.7).

Solamente un 8.3% de las personas manifiestan tener personas cercanas con las que contar ante problemas relevantes. El 21.7% no disponen de nadie, pero es que el 42.7% a lo sumo podrán contar con una o dos personas a su alrededor. Las relaciones sociales de las personas en situación de sinhogarismo y exclusión residencial son casi nulas y vinculadas a sus profesionales de referencia. Las diferencias más significativas en materia de vivienda, entre aquellas personas que se encuentran en sinhogarismo frente a las que se encuentran en exclusión residencial, son básicamente las referidas a una mayor brecha digital; un mayor riesgo de ser víctimas de aporofobia, violencia y discriminación; la posibilidad de acceso a prestaciones económicas y, sobre todo, el tipo de relaciones sociales que mantienen.

Un modelo de prevención y afrontamiento del sinhogarismo basado solo en el derecho a la vivienda se queda insuficiente sin el desarrollo simultáneo del derecho a tener una comunidad (familia, red social cercana) donde desarrollarse.
La progresiva individualización de las relaciones sociales, la apuesta por modelos que buscan la solución del sinhogarismo exclusivamente en la dotación de herramientas materiales, no profundiza en la necesidad de poner el foco en los mecanismos de socialización y de lucha contra el deterioro psicosocial que padecen estas personas.
Este elemento, que en el estudio se torna central, deberá ser estudiado en profundidad ya que de no trabajar en la creación y mejora de las relaciones sociales y redes de apoyo de las personas en situación de sinhogarismo y exclusión residencial se puede dar una cronificación de estas personas en las redes asistenciales o fracasar los programas de inclusión y de apuesta por la autonomía.