El bienestar psicológico y emocional de las personas en situación de sinhogarismo y exclusión residencial constituye una de las realidades que más influye en su participación social. Actualmente se viene constatando en diversas investigaciones el incremento de los problemas relacionados con la salud mental, bien directamente relacionados con la pandemia, bien relacionados con otros aspectos vinculados a la realidad social de incertidumbre que caracteriza nuestra época.
Los datos disponibles a nivel nacional prepandemia, a través de la Encuesta Nacional de Salud, estimaban que el 18% de la población en general presentaba altos niveles de malestar psicológico, indicadores de posibles casos
de problemas de salud mental. Dentro de
las personas en situación de sinhogarismo
y exclusión residencial, no existen estudios globales prepandemia, pero los datos obtenidos en esta investigación son verdaderamente preocupantes. Un 67% de las personas participantes se sitúan ante la posibilidad de presentar un posible caso psiquiátrico por reportar niveles altos de malestar.
Es difícil saber si esta realidad respecto al malestar psicológico es consecuencia directa de
la pandemia. Sin embargo, aunque en muchos casos la salud mental ya estaba afectada (más del 9% de las personas participantes cuenta con una enfermedad mental diagnosticada), la pandemia no ha facilitado la situación,
sobre todo, ante la imposibilidad de seguir de manera adecuada los procesos ya iniciados en los servicios de salud mental, la incertidumbre asociada a los servicios de primera necesidad y el parón vinculado a los procesos de inclusión.
Específicamente, el deterioro de la salud mental es más acentuado entre las mujeres que han participado en la investigación. El 80.5% presentan elevados niveles de malestar psicológico que atisban un posible caso de mala salud mental. En el caso de los hombres esta cifra es del 66.3%. También se constata que, a medida que aumenta la edad, disminuye la posible presencia de malestar psicológico.
El 77.6% de personas jóvenes presentan sintomatología que se vincula con una mala salud mental. Sin embargo, esta realidad afecta al 76.2% de las personas de entre 36 y 50 años, y al 64.4% de las personas mayores de 50 años.
Con la debilidad secular de nuestro sistema de atención a la salud mental no se puede hacer frente a las magnitudes que muestra la investigación. El reforzamiento de los recursos de salud mental será clave en una reconfiguración futura de las redes de atención al sinhogarismo. Generar servicios duales, la formación de profesionales de la red sanitaria o la dotación de herramientas de atención sanitaria en clave preventiva a los recursos de personas en situación de sinhogarismo pueden ser algunas de las estrategias a valorar.