Desde que empezó la pandemia en febrero de 2020 hasta junio de 2021, aproximadamente un año y medio, el sinhogarismo más grave (categorías ETHOS 1 y 2 de la clasificación europea de personas sin hogar y exclusión residencial) ha aumentado desde el 43% al 48%. A medida que se ha ido incrementado esta situación han ido disminuyendo simultáneamente las cifras de exclusión residencial (ETHOS 3 y 4) que han pasado del 57% al 52%.

Este incremento es fruto de dos causas fundamentales. Por un lado, el largo bloqueo producido por la pandemia en los procesos de incorporación y participación social que las personas en situación de sinhogarismo y exclusión residencial estaban desarrollando de manera previa. Un bloqueo relacionado con la imposibilidad, paralización o cambios de procedimientos para utilizar los recursos en los que habitualmente se apoyaban. Por otro, el deterioro generalizado de los sectores más excluidos de nuestra sociedad, como indican otras fuentes (EINSFOESSA, 2021), ha arrastrado de forma decisiva a las personas en situación de sinhogarismoincrementando incrementando el volumen de problemas y dificultades a las que tienen que hacer frente para su supervivencia.

 

Este incremento de la población de personas en situación de sinhogarismo en situación de extrema gravedad nos señala dos caminos futuros. Por un lado, la necesidad de una nueva reinversión en recursos de apoyo y acompañamiento desde los programas que actualmente se están desarrollando. Por otro, una evaluación de las políticas públicas de “último recurso” que se han venido desarrollando como respuesta a la pandemia con relación a que su capacidad de dar cobertura a este colectivo, que ha sido claramente insuficiente.